2009-07-14

En tiempo de recuentos

Volvía siempre al punto de partida. Volvía a ser recurrente en cuanto a sus posibilidades. Y cada vez veía alejarse más lo que pensó de ella y acercarse lo que nunca se hubiese imaginado.
Entre otras cosas, la realidad no le pasaba de lado. Mantenía sus ideas escondidas, pero cuando las murmuraba le dejaban un sabor amargo en la boca y una intimidante impotencia. Mientras tanto, sus pies le dolían envueltos en lo que creyó (y no entendió que no pasaba por ahí) su escudo y su espada. Antiguas victorias se disipaban en el recuerdo y lo que aún se mantenía nítido en su memoria se descapitalizaba a pasos agigantados.
Tal vez la negación fuese una opción, pero de sus dedos aún se escapaban cosas que creía perdidas para siempre. Su acidez, entre otras tantas, se mantenía con una visión microscópicamente analista de la realidad.
No, no ese viejo, ella sabia que no era así, que no era su horizonte, pero a veces regodearse en la necesidad era un sentimiento que se apoderaba con un hambre voraz de su alma. Y el frío no ayudaba, las manos en los bolsillos, solas, llenas de añoranzas, con ansias de calor, y el teléfono apagado como otra costumbre adquirida a fuerza de desastres.
Por mi parte creo que nunca apreció su pluma, esa prosa que mostraba aristas de algo más, algo que estaba adentro, muy al fondo, y que afloraba desde el anonimato de su nombre. Pero mis opiniones siempre fueron un tanto lejanas, y eso no hacia que cambie la pared que había levantado delante de todos, aunque muy chiquito, con aerosol de color, aparecían frases de viejos anarquistas, glorias pasadas tomadas como locura por la velocidad del mundo actual. Y ahi estaba de nuevo ella, diciendo que si bien la superficialidad podía valer 800 pesos, la pared de corcho valía algo que nada material puede comprar.
Todo en una balanza, sin inclinarse hacia ningún lado, sopesando cada opción hasta el hartazgo; moviendo piezas cual estancado juego de ajedrez a medio terminar contra uno mismo, sin trampas, pero trampeando en el fondo.
Supongo que llegó el momento de cambiar de color, quizás con la primavera, quizás, quien sabe...

LGS

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