2007-11-04

Nota de Clarín.com

Me gustó mucho esta nota del diario Clarín, de Argentina, del dia 04-11-07. Lamentablemente no se quien la firma, ya que no hay datos al respecto. Pero espero saberlo pronto, ya que me gustaría poder citarlo como corresponde. Las fotos no son las del artículo; son elección mia (algo mio tenia que tener el articulo en cuestión...)
Leyendo un poco, creo que he respondido a medias por que mis padres escuchaban ese tipo de música y no los Rolling Stones, Los Beatles o Bob Dylan, a pesar de ser contemporaneos... Quizás los acuse un poco menos ahora, aunque me rondaba por la cabeza que "la moral y las buenas costumbres" arraigadas por tradición y por fuerza deberían estar presentes (otro comentario más para que me tilden de zurdo y bla bla bla, no importa).
Pasen y vean.

A!

Nuestros años felices
Cuarenta años atrás, Palito Ortega componía 'La felicidad', una canción que marcó una época y hoy es un mojón:señala el adiós a una Argentina pacífica e ingenua.



En el mundo, la Argentina siempre fue identificada musicalmente por La Cumparsita . Pero a fines de los años '60 hubo otra canción, menos sofisticada que el tango de 1924 pero inevitablemente pegadiza, que recaudó más por derechos de autor en el exterior que este famoso exponente del 2 x 4. Era La felicidad . Un hit de Ramón Palito Ortega que acaba de cumplir cuarenta años, un aniversario que pasó inadvertido, a pesar de su popularidad inmensa, que aún hoy no se ha desvanecido. La melodía no tendrá la calidad de Sargent Pepper , un éxito casi contemporáneo que aún nos conmueve, pero no por eso deja de tener lo suyo. Logró vender más de 2,5 millones de copias. Existen de ella un montón de versiones instrumentales. Fue cantada en español, inglés, italiano, alemán, francés, holandés, sueco... Y todavía la siguen cantando hasta los chicos de jardín de infantes.

El año 1967 estaba lejos de ser "ja, ja, ja, ja", como dice la canción. El general Juan Carlos Onganía había llegado unos meses antes con una pretensión de instalarse en el poder sin límites ni plazos, tal como lo haría después la dictadura de Videla y sus secuaces. Estudiantes y profesores habían sido apaleados en la Facultad de Ciencias Exactas, lo que no sólo terminó con la autonomía universitaria sino que inició el drenaje de científicos que aún continúa. El peronismo proscripto era como una olla a presión que tenía a la sociedad argentina en ebullición, como quedó demostrado unos años más tarde. Y ése era también un país que hoy, aunque parezca contradictorio, nos provoca cierta nostalgia. Todavía era la Argentina industrial, en la que no se corría (tanto) la coneja. La gente de clase media podía comprarse fácilmente y en cuotas un departamento a estrenar o, por caso, un tocadiscos automático marca Wincofon: exactamente en diez pagos de lo que entonces eran 2.270 pesos ("fuertes"). Y con la púa del Winco avanzando por un surco de un disco fabricado con acetato, sonaba a todo volumen La felicidad .

Pero bajo la estúpida mirada castrense, la juventud era además sinónimo de amenaza. "Por debajo de su imagen despreocupada y liberal, los '60 fueron años de fuerte hostigamiento sobre los jóvenes –cuenta Sergio Pujol, historiador y crítico, autor, entre otros libros, de La década rebelde, los años '60 en la Argentina –. Tal vez la novedad respecto a años anteriores haya sido la conformación de un eje de cultura joven internacional al que, en mayor o menor medida según diferencias sociales y geográficas, adscribió una buena parte de la juventud argentina. En este sentido, hubo dos momentos o períodos: el de la Nueva Ola, cuya expresión más exitosa en términos comerciales fue Palito Ortega y los chicos de El Club del Clan, y el de la cultura pop o beat posterior a 1966, línea que daría origen al rock nacional. La carga de la represión cayó, lógicamente, sobre este segundo momento, que para los sectores conservadores, claramente representados por Onganía y el catolicismo más retrógrado, suponía la entrada al país de aquellos aspectos más disolventes y subversivos de la modernidad.

El hippismo, la psicodelia, la música de los Beatles, los cabellos largos y las prendas estrafalarias y el pop art promocionado por el Instituto Di Tella fueron las manifestaciones externas más receladas por el régimen de Onganía". Era ésta una dictadura de impronta puritana que dedicó esfuerzos a perseguir parejas que se besaban en las plazas o frecuentaban los hoteles alojamientos. "En Buenos Aires, el instrumento de ese plan de adecentamiento de la vida urbana fue el comisario Margaride, quien ya había tenido una actuación durante el gobierno de Frondizi", recuerda Pujol. Luis Margaride (que llegaría a jefe de la Federal en 1974) también visitaba whiskerías y boites. Una noche, hizo llevar presas a todas las mujeres, entre ellas a una cantante que estaba tomando un trago en soledad. ¿El cargo? "Cruzamiento de piernas."

Sin embargo, Palito dice que no escribió La felicidad , la canción más exitosa de toda su carrera, pensando en el país que lo rodeaba, sino en la que era su novia entonces, y luego sería su mujer: Evangelina Salazar. El hit se publicó por primera vez en Un muchacho como yo , el long play que traía un dibujo de la cara del cantante realizado por el pintor Carlos Alonso. "Palito Ortega: de lavacopas a ídolo de la juventud", afirmaba la crítica aparecida en Clarín el 26 de enero de 1967. El artículo no decía nada en especial sobre La felicidad . Sólo afirmaba que era un trabajo "interesante para los fans". En su estudio de Luján, Palito aún conserva colgada la primera copia de aquel disco, que está autografiada por Tita Merello. "Palito Ortega: aquel chico que vendió café, ahora nos da su música: ¿qué más?", decía.


¿Cómo es la historia de la canción?

Es muy simple. En el primer viaje que hice a los Estados Unidos programado por la compañía discográfica RCA me presentaron a varios artistas, entre ellos, a Paul Anka. En los años '58, '59, con el nombre de Nery Nelson, yo cantaba sus canciones o cantaba rock and roll. Entonces, le dije que para mí era muy fuerte conocerlo personalmente. Se reía. Entonces me contó que iba a grabar un disco en español y, para devolverme la gentileza de haber cantado can ciones suyas, quería cantar ahora una mía. Para mí era un honor... Pasó un tiempito. Obviamente influyó el hecho de que yo ya la había conocido a Evangelina. Entonces, un día agarré la guitarra, y creo yo que, como nacen las canciones más populares, nació de golpe. Son canciones escritas sin premeditación. Uno no las trabaja demasiado...


Salen como un aluvión...

Sí. Yo pensé inmediatamente Paul Anka, porque él cantó montón de canciones como Pity Pity , con la cual hizo un éxito Billy Cafaro. Entonces, fui a la compañía y les dije: "Como Paul Anka me pidió una canción hace unos meses, quiero que le hagan llegar esta canción, creo que es justo para él"... Pero, la escuchó el que era el presidente de la RCA en ese momento y me dijo: "Vos estás loco. Esta canción no se la mandamos a nadie; ya mismo la grabás vos". ¿Sabés quién fue el primero que escuchó? Antonio Carrizo. Le dije: "Antonio, sentate un momento". Agarré la guitarra y arranqué: "La felicidad ja ja ja ja", y Antonio se me quedó mirando... Al final, me dijo: "Pibe, pero esto es un éxito". Al poco tiempo me fui a España a hacer una película con Rocío Durcal y me invitaron a programa de televisión y la canté. Cuando terminé de cantarla me dijeron: "Esta va a ser la canción del verano". Efectivamente: el verano siguiente toda España repetía el "ja ja ja ja".


DICEN QUE SOY MERSA

Un diario de época repite el testimonio de lo que rememora Ramón frente a Viva . Es una nota del diario Crónica fechada el 11 de julio, durante el pleno verano europeo de 1967. Un enviado especial relata un show del argentino en Plaza de Toros de Madrid. Cuenta que al verlo aparecer, "las treinta mil gargantas que antes coreaban el nombre (de Palito) , ahora gritaban: ¡La felicidad, La felicidad! ". Tanto fue el éxito en España, que Italia no tardó demasiado en contagiarse. Fue la cantante Iva Zanicchi la que presentó la canción en el Festival de Venecia, porque Palito no llegó a asistir: le dio tanta vergüenza que simuló una afonía. Fue un boom igual; sólo en la península se vendieron quinientas mil copias. Al final, Paul Anka nunca la grabó, pero sí lo hicieron Ray Connif (Estados Unidos), James Last (Alemania), Klaane Jan (Bélgica), Johnny & Rick (Holanda), Claude Philippe (Francia), los Five Tops (Alemania), Ewa Roos (Suecia) y Nada (Canadá). Por decir algunos. Pero así como fue amada, la canción también fue detestada. "Ortega pasó pronto a ser un símbolo de todo aquello que los hippies argentinos repudiaban, con el agravante de que Palito también era joven, una especie de propagandista del mundo adulto en el planeta joven. Ciertamente, una canción como La felicidad era la negación del espíritu rebelde de los tiempos, y así fue entendida y denostada. Pero no sólo eso. Hubo también, en aquel rechazo visceral, una cierta incomprensión del fenómeno social que representaban las formas de idolatría juvenil de principios de los '60. Finalmente, tras el repudio a La felicidad se escondía una mirada de clase de la que el incipiente rock nacional no pudo sustraerse. En otras palabras, el problema con Palito no era sólo que cantaba canciones superficiales; él era también el epítome de lo mersa , en un tiempo en el que la maquinaria del pop aún no había ejercitado una ironía tan afilada como para poder citar o reciclar esos signos de una cultura popular sin duda novedosa", sostiene Pujol. Palito no es ajeno a ese debate de amor/odio con los progres, hippies y rockeros. Pero no puede dejar de reflexionar sobre lo que él vio en esa época en los Estados Unidos, cuando la guerra de Vietnam abría enormes heridas internas. "A la vez que Elvis Presley cantaba canciones divertidas, surgían otros como Bob Dylan, que ya empezaban a reflejar una realidad política muy dura", recuerda. ¿Será que en la Argentina el mercado era muy chico como para que dos expresiones tan antagónicas estética y políticamente –los incipientes rockeros y los hijos del Club del Clan– pudieran no odiarse? Contra lo que puede pensar un prejuicioso, Ortega conocía perfectamente desde Jimmy Hendrix a Jacques Brel, de Víctor Jara a Georges Brassens y Paco Ibáñez. "Yo escuchaba de todo –revela–. Hasta fui el primer editor de Serrat en la Argentina." Al catalán, esas canciones – Balada de otoño , Tu nombre me sabe a hierba , Poema de amor – le abrirían para siempre las puertas de Sudamérica. Paradójicamente, en esos días Palito lejos estaba del compromiso político de Serrat.


Hasta que escribiste 'Yo tengo fe', vos no politizaste tus letras...

Sí. Antes había cantado cosas que no se conocen. Ya Changuito cañero era una pintura de una clase social. Si bien yo no iba a pelar caña, yo convivía con ellos. Hijo de un hombre pobre es una canción que yo grabé contemporáneamente a Changuito cañero y que no trascendió. Saliendo de donde uno sale, ¿qué hubo dentro mío para aferrarme más a la vida, a la vida en el sentido de la esperanza, más que al dolor de la vida? Porque lo que yo he visto ha sido mucho dolor. ¿Qué ha habido para que, viniendo del hogar que yo vengo, con dificultades enormes, de padres separados, con necesidad de madre, yo no viviera resentido con la vida? Tenía necesidad de cantarle a la vida más en su perfil positivo que en el del dolor, la frustración o la bronca. Cuando se puso de moda la canción de protesta, parecía que yo seguía empecinado en cantar Viva la vida . En decir: "No bajes los brazos, levantate".


¿Te molesta que te hayan malinterpretado?

No. Lo entiendo, si bien no lo comparto. Yo escribí La felicidad en el año '67 porque era un momento de mi vida que yo sentía eso. Las canciones que uno rememora son un instante, no una constante, sino sentiríamos siempre lo mismo. Sentimos todo el tiempo cosas, sensaciones diferentes, y así también las expresamos. A veces sale una cosa bien expresada, linda, con una linda melodía.


Pero eran tiempos turbulentos. En esos días se moría el Che en Bolivia...

Yo estaba con Alonso en el taller cuando supimos que habían matado al Che. Carlos hizo un dibujoporque por la tarde apareció una foto en un diario del cuerpo yaciente del Che, que parecía Jesucristo... Y Carlos dibujó una cabeza impresionante; después la llevó a una muestra y no se la dejaban exponer.


¿Y vos qué sentiste?

Yo escribí al poco tiempo El camino a la libertad . La grabé, y no pasó nada. Muchas veces pensé cuán cierto es eso de "hazte fama y échate a dormir", porque después de La felicidad o Un muchacho como yo la gente siempre espera que uno cante ese tipo de canciones. Si bien estoy feliz de cantarlas y de haberlas escrito, lamento que no me hayan comprado otro tipo de expresiones.


¿El público no quería oír eso de vos?

Aparentemente, no.


LA REBELDIA LIGHT

Los sesenta no sólo fueron trascendentes por la explosión de creatividad, sino porque fue cuando mo Mau Mau, tanto como en los clubes de barrio. "La presencia del inglés en el español porteño es una clave de El Club del Clan y de los ritmos musicales", cuenta Mirta Varela, investigadora del Instituto de Investigaciones Gino Germani. "Pero también el inglés es de imitación . Antes que el sentido, es la onomatopeya lo que cuenta. No debe ser inglés, sino parecerlo. A la vez, el programa, lejos de ser completamente norteamericanizante, engendró híbridos inverosímiles. Johny Tedesco, que usaba pulóveres bariloche. Twists cantados por tucumanos... No casualmente, los más exitosos fueron Violeta Rivas o Palito Ortega, que estaban lejos de ser meras importaciones de la RCA Victor, que inventó al grupo", agrega. "El tono de El Club del Clan marca el tono de la televisión argentina de los sesenta, que parece haber filtrado todas sus voces con un ecualizador: consigue que los contrastes no resulten agresivos y que los polos se neutralicen. Así son los jóvenes de El Club del Clan: rebeldes de una rebeldía sana y tolerable. Cuando se los contrasta con los jóvenes del Cordobazo, los chicos y chicas de este programa parecen buenos hijos de familia, parte del sistema que la política venía a derribar", sostiene Varela, autora de La televisión criolla: desde sus inicios hasta la llegada del hombre a la Luna . Fue Mejía el que le puso Palito a Ramón, porque lo vio flaquito.


¿Y por qué lo de "el Clan"?


Porque éramos todos de una compañía discográfica. Era como un clancito de la RCA. Todos los sábados teníamos 40, 45 puntos de ráting. Después del show, yo ya tenía la ropa para irme de ahí a todos los clubes de barrio donde hacíamos las presentaciones. Hasta cuatro o
cinco por noche.


¿Y por qué te parece que había tanto interés por esa música?

La familia se reunía a ver programas como El Club del Clan. Los chicos tenían, especialmente en los barrios, más contención. Había como más pureza. Sacar a bailar a una chica en un club era todo un jueguito amoroso.


Cuatro décadas más tarde, ¿'La felicidad' es un himno de esos años?

No sé si un himno, pero sí un referente. Cuando se escriba la historia será difícil obviar la música que en esos años era un éxito. La historia ya está escrita. Nadie que se precie de honesto puede obviar El Club del Clan. Hoy, hago presentaciones en eventos privados. Empiezo a cantar, pero podría dejar de hacerlo en el segundo compás porque la gente sigue cantando sola. Incluso los que son jóvenes.

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