2006-07-18
Mis épocas de estudiante
Estaba bloggeando cuando vi un post que me gustó ya que me hizo recordar cuando estudiaba en el profesorado. Claro que nunca sufrí ataques de pánico para rendir ni nada. No se por que, pero siempre me sentí muy seguro a la hora de rendir exámenes. Y mal no me fué, no rendí nunca una materia mal. No obstante, veía a mis compañeros asustarse como si estuvieran desfilando por el patíbulo o en una galería de tiro al blanco y ellos fueran los patitos. He visto a amigas que eran muchísimo más dedicadas que yo y a las que con frecuencia recurría para estudiar juntos y asi pudieran explicarme temas que no había visto en profundidad, temblar de terror y llorar antes, durante y después de los exámenes. Es cierto que hay gran porcentaje de responsabilidad en los profesores al hacernos sufrir más de la cuenta... pero como dije siempre, mi cábala es estudiar y, por sobre todas las cosas, no importarme si sabía o no sobre un tema, lo importante era parecer que sabía mucho ante los profesores. Una anécdota... He tenido muchos desacuerdos con los profesores por la forma de enseñar o por no coincidir con sus ideas; es más, me he visto defendiendo causas en las que no debería haberme metido pero que no toleraba porque eran imposiciones arbitrarias de los profesores por cuestiones personales. Así que desde la primera vez que rendí un final de forma oral decidí que en algún momento les iba a tomar yo examen a ellos. Y así fué, siempre me las rebusqué para plantear un tema en profundidad y detectar una contradicción en el mismo para luego preguntarle a los profesores como resolverían dicha contradicción. Y me he visto escuchando a los profesores explicarme algo como si ellos rindieran exámen en mi lugar. Interiormente me sentí siempre muy satisfecho al respecto, y divertido tambien, jeje. Lógico que para hacer eso hay que estudiar y bien en profundidad la materia entera. Pero de todas maneras ya lo tenía que hacer para rendir exámen, asi que no me molestaba.
Aquí les va la anécdota, que la saqué de http://noisullina.blogspot.com/ el link va a estar disponible entre mis recomendados, por si quieren entrar a verlo. Está bueno y lo posteado es casi todo de producción del bloguista.
Pasen y vean...
A!
Lo que me molesta de rendir
Hace un par de semanas (es decir, hace un par de días) estoy preparando una materia para la facultad (sí, ese lugar adonde uno va a no prestarle atención a gente que dice cosas que después uno tiene que buscar en otro lado para decirselas de nuevo a ellos...). Esa es la razón por la cual no he posteado tanto últimamente (mentira, en realidad no he tenido ganas o no he estado inspirado... digamos que no he tenido ganas, pues no estar inspirado nunca ha sido un impedimento... es algo que cualquiera puede darse cuenta con sólo leer este blog).
Como en este momento estoy muy aburrido, se me ocurrió postear sobre las cosas que me molestan de rendir.
Para empezar, me molesta decirle a alguien algo que ya sabe. ¿Para qué? Para que, calificando si le gustó o no tu verborragia y tu elocuencia te garabatee un símbolo en un pedazo de papel mal firmado. Está bien, no es un símbolo cualquiera... se llama "nota". El símbolo en el susodicho papel tiene una importancia impresionante: casi cósmica.
Primero, te escriben el símbolo en dos papeles. Uno que lo guardás vos en una suerte de memorandum, o recuerdo de malos ratos, llamado "libreta". El otro es un memorándum de la facultad , o inventario de puteadas. Se estima que una nota promedio conlleva unas 248 puteadas asociadas (en promedio, contando las puteadas expresadas mientras se estudia, y después de rendir... (ya sea "que viejo hijo de puta! cómo me la puso!" o "mierda, estudié tanto para este exámen de mierda? podría haber venido mi hermanito y se sacaba lo mismo").
De cualquier forma, las notas no quedan sólo ahí, porque después la entidad (léase por eso, la facultad) se encarga de copiarla a más y más papeles, y de hacer un uso un poco más eficaz del símbolo matemático, por medio de una operación milenaria: El promedio. El promedio consiste en agarrar muchas "notas" (esos símbolos que te escriben en el papel), sumarlas todas y después dividirlas en partes iguales, tantas partes como notas se hayan sumado. El origen atrás de la operación es incierto, algunos creen que era la forma que tenían los Mayas de invocar a la lluvia (sólo que en lugar de "sumar" las notas, calculaban rotor sobre divergencia, y en vez de dividir aplicaban la transformada zeta e integraban la función resultante en el campo complejo, pero la idea es más o menos la misma).
Bueno, y cuál es la importancia de todo esto? El promedio. El promedio es como una nota, pero es más "especial". Podés tener la certeza (con un márgen de error del 0,001% o menos) de que tu promedio va a ser más que la menor nota que te sacaste, y menos que la mejor. Ver tu promedio te hace sentir... numerado. Y tiene una cantidad de aplicaciones increíbles. Por ejemplo, podés compararlo con tus últimos números del DNI, con la hora, sumar los dígitos y saber cuándo te vas a morir (Numerología Aplicada II), o si tiene la cantidad correcta de decimales hasta llamar por teléfono y encontrar el amor de tu vida.
Pero lo más destacable del promedio es que lo vuelven a copiar a otro papel más, que te lo dan a vos para que lo guardes y se lo muestres a todo el mundo: El certificado analítico. ¿Qué es eso? Un papel donde te vuelven a dar todas tus notas (si consideramos el hecho de que ya las tenés en la libreta) y te ahorran el trabajo de sumar y dividir, porque te ponen también el promedio. Claro que el certificado analítico es muy importante, porque tiene que ver con el trabajo. Hay dos casos de aplicación:
1- Que quieras entrar a trabajar a algún lado: En esta situación, mostrás el certificado analítico tuyo, así como todos los aspirantes al puesto... y, en base al promedio, el empleador contrata al que se le canta (si es puto, te vale más llevar un pantalón que te resalte el bulto, o quizás hacer un bollo con el certificado y metertelo adentro de los calzones).
2- Que trabajes en forma independiente: En cuyo caso podés hacer un bonito cuadro con el dichoso certificado (o cualquier otro tipo de adorno de origami, incluso avioncitos de papel) o guardarlo para una emergencia gastrointestinal.
Y hablando de emergencias gastrointestinales, y dado que ya expresé la enorme importancia de "la nota" y todo lo que de ella se deriva, voy a proceder con otros síntomas del rendir (o, mejor dicho, efectos colaterales).
Uno de ellos es el fenómeno conocido como "cagaso", el cual es un mecanismo de autodefensa por el cual tu cuerpo decide que en el medio del exámen es el mejor momento para ir al baño (así las cagadas te las mandás en el hinodoro). Sin embargo, actualmente está regulada la salida del aula durante los exámenes, por lo cual se vuelve un poco incómodo (mejor llevar pañales).
También están los problemas de incompatibilidad de formatos en los programas. Es decir, todos hemos visto un programa analítico alguna vez (los que no, vayan a la secretaría académica de su facultad y pidan uno, con suerte y paciencia quizás lo consigan). En general están escritos en la misma lengua que uno habla, pero no hay que ser ingenuo: están en un dialecto muy especial.
El principio es el siguiente: Los programas analíticos están escritos, en el 70% de los casos por alguien que ya cursó la materia, y en algunos incluso por alguien que sabe de la materia (esos casos son los peores). Entonces, al escribir la descripción de las unidades, utilizan oraciones que uno sólo llega a entender luego de estudiar la materia. Pero... si se supone que el programa analítico es la guía para estudiar una materia, ¿cómo hacerlo si sólo se entiende después de estudiarla? Es análogo a que uno intente encontrar un mapa de un tesoro que está encerrado adentro del mismo cofre. Entonces uno tiene que estudiar todo lo que crea existe sobre la susodicha materia (por suerte la mayoría de los programas sólo listan unos cinco o veinte libros en los que se basa) para después corroborar con el programa qué es lo que sabe y qué no.
También podemos destacar en esta crítica los tiempos de los exámenes. Cuando uno se inscribe a un exámen del turno "noche" por primera vez, se pregunta por qué el horario dice 18:00 (imaginen diciembre). En verano la "noche" comienza mucho más tarde que eso. "Será para diferenciarlo de los que empiezan a las 14:00 hs." piensa uno, ingenuamente, y va a la facultad. Cerca de las 18:00 está en el aula esperando como un pelotudo y ve otros pelotudos que están igual que uno, cortando cables de hacero con el culo, y espera ansioso la venida del profesor, para que el suplicio en cuestión termine lo antes posible.
A las 18:30 ya se nos acabaron los cigarrillos, el vodka y el valium. Estamos hechos una piltrafa humana, consumidos por la ansiedad como se consumió la etiquetita de papel de una bomba nuclear cuando esta explota. Y el profesor aún no viene. 18:45 lo vemos aproximarse. Después de cinco o seis infartos creemos por fin que el suplicio va a terminar, pero se nos van nuestras expectativas cuando lo vemos entrar al departamento (a buscar papeles y firmar y esas cosas).
Digamos que a las 19:00 ya estamos listos para entrar y el profesor en la puerta pidiendo las libretas. Es sólo el principio.
Viene el momento del exámen, el tipo dicta tres temas (en la forma de renglones, parecidos a oraciones japonesas: "Tema uno: LEDS" "Tema dos: Transistores. Propiedades." "Tema tres: FET. Psicoanálisis. Resultados del mundial de Italia '90. Sale con fritas.".
Automáticamente luego de eso, y ya en un lenguaje más cotidiano, el profesor habla, y puede decir dos cosas:
1- Tienen cinco minutos para escribir algo sobre eso y venir a coloquio.
ó
2- Tienen cinco minutos para desarrollar los temas y entregarme el exámen.
La situación dos termina con uno en la puerta esperando dos horas más hasta que los profesores corrijan... claro, generalmente empiezan después que el último entrega... y vos entregaste a los cinco minutos como un pelotudo y pasaron dos horas y todavía quedan alumnos adentro.
La situación uno es más interesante, porque después de tus cinco minutos para escribir mirás para arriba y ves una cola de doscientos setenta y cinco vagos antes que vos, por lo cual tenés que esperar como unas dos mil trescientas veintiseis horas más hasta que llegue tu turno. Obviamente, para cuando llegó el momento ya estás completamente hecho mierda y no te acordás ni de cómo te llamás. Ese es el momento cuando tenés que responder las cuarenta y ocho mil novecientas treinta y seis preguntas que te va a hacer el profesor sobre el programa, la carrera, los autos de combustión interna, el ingrediente secreto de coca-cola y el el aparato reproductivo de la hija de tus padres.
Finalmente, según cómo le hayas caido al tipo (y si estás vestido de acuerdo a sus especulaciones), y quizás teniendo en cuenta algo de todo lo que dijiste, tu símbolo arcaico es garabateado en tu libreta y en el acta (ya tratamos estos temas antes). Entonces te vas a tu casa feliz y contento (o no) sin saber si te pasó un camión por encima o te caiste de un avión y te la diste de bruces contra una estatua de la venus de milo. Quizás no llegás a tu casa antes de estar bebiendo como un desgraciado (hayas o no aprobado) con el sólo fin de olvidarte todo lo que aprendiste.
Después de todo, creo que rendir no es tan malo.-
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1 comentario:
Las evaluaciones escritas jamás me quitaron el sueño, en cuanto al nerviosismo, al menos. Pero otra cosa constituía las evaluaciones orales, seminarios, etcétera. Siempre he sentido algo así como temor a la gente, y aquí había que enfrentar el rostro de alguien, por muy benevolente que fuera. Es lo que no tolero de las evaluaciones, y de mi parte, creo tiene el nivel de una fobia.
Saludos :o)
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