LGS
Un amigo me definió el Rock como una forma de expresión, que combina a la perfección melodía y letra. Que te transporta, que te eleva (en el sentido de lo sublime y no a fuerza de narcóticos). Para otros, el Rock es un movimiento. Hay algunos que me indicaron que no tiene mayor connotación que el de una curiosidad y hay quienes lo sienten como una forma de vida que solo puede ser comprendida por quien la vive en carne propia. En el sentido escrito de la palabras el Rock & Roll es un genero musical, como tantos otros, que tiene un marcado ritmo con sus orígenes en la década del ´50 en los Estados Unidos y, que recién a medidos de los años ´60 se hizo conocido en Argentina.
Desde su surgimiento a la actualidad hubo innumerables mutaciones del género y diversas bandas tuvieron sus orígenes desde entonces, siendo underground el de mayor notoriedad y quien le dio paso a infinitas alternativas musicales. Con el transcurrir del tiempo, y a la hora de distribuir los bienes en la sucesión del Futbol, el Rock había heredado el patrimonio de festejar con bengalas y fuegos artificiales cada acorde de la música. Y es así, con a la sumatoria de todas las condiciones dieron paso a una etapa triste y dolorosa que nos pego de frente y nos hizo espectadores; pero ¿fuimos testigos de lo impensado?. Y por desgracia la respuesta circunda en el aire.
Con el transcurso del tiempo se fueron disolviendo bandas de gran notoriedad cuando ya estaban en el apogeo de la gloria y muchos grupos barriales peleaban el podio del aliento de las masas enardecidas que reclamaban un bis más antes de irse a casa, tratando, por todos los medios, de abandonar los garajes de la abuela. Entre tanto surgimiento iba asomando Callejeros, conjunto que hasta ese entonces tenía mucho que prometer. Tocar en místicos lugares, como lo fue República de Cromagnon, era el sueño del pibe y la antesala del éxito o el olvido rotundo, un purgatorio donde coincidían aquellos elegidos que hacían escala antes de seguir el ascenso de la escalera al cielo y los otros, los que volvían con la frente marchita.
Pareciera que la historia, en muchos aspectos, estuviera signada y predestinada al palo y el agua caliente, a la violencia. Y a Callejeros le llego su “30 de Diciembre”. Fecha trágica que puedo haber ocurrido mucho antes y en cualquier lugar, y si no ha sucedido en otras oportunidades quizás sea producto de la suerte o del destino. El 30 de Diciembre nos hicimos “concientes” de lo imperioso que resulta cumplir las disposiciones para las habilitaciones, los controles, etc. incluso el sentido común se puso en tela de juicio. Desde ese momento el colectivo despertó de la anestesia y pasó a la paranoia, ya no permaneceríamos en un lugar donde no pudiéramos identificar las puertas de salida de emergencia o tratar de “adivinar”, aunque no fuéramos idóneos, si el material de construcción y el espacio del establecimiento estaban en condiciones, mas o menos aptas para poder albergar a cierta cantidad de concurrentes. La conciencia también llego tarde a la hora de repartir culpas. Y hoy componen otros acordes de Rock & Roll en el Palacio de Justicia, lejos de los espacios que fueron testigos de cada voz resquebrajada, de la danza, de la euforia y la pasión.
Cada uno de esos pibes, que tranquilamente podrían haber sido cualquiera de nuestros seres queridos, y se perdían entre humo, fuego y horror.
No creo que exista sentencia que alivie el dolor de ningún padre, de ningún sobreviviente, de ningún seguidor de la banda, etc., no hay justicia suficiente que vuelva el tiempo atrás y podamos enmendar el error que como ciudadanos dejamos que sucediera. En este barco estamos todos y si elegir nos hace libres también nos hace responsables y, una vez más, hicimos la mirada al costado.
Creo en la Justicia de mi país, creo en la idoneidad de muchos de los jueces que velan por el bien común, pero también creo que debemos ser participes de esa justicia, de ese compromiso social que tenemos como derecho y obligación. Lamentablemente esperamos un 30 de Diciembre para hacernos cargo de la parte que nos toca, esperamos una fecha nefasta para comprender el valor incalculable de la vida y cuando nos llega vitoreamos al pedido de mano dura como la única alternativa de tranquilidad y sosiego.
De mi parte no quiero un país en donde haya personas que piensen que la justicia por mano propia es la única opción, no quiero padres que deliberadamente amenacen con derramar más sangre para vengar la memoria de sus hijos, no quiero un país donde el perejil de turno es la cara visible de la coima y que levanta el sobre para mirar con total descaro para otro lado, no quiero un país en donde un empresario con total desparpajo dice “yo no me imagine que esto iba a pasar”, que gasta $2 menos para poder asegurarse una mayor ganancia poniendo en riesgo a muchas personas, no quiero un país donde nos acordamos de la seguridad cuando lloramos sobre el cadáver de 194 pibes, no quiero un país en donde depositamos en manos de los jueces, la justicia y después esperamos de ellos no menos que la pena de muerte. No quiero un país en donde se encrudece el dolor con provocaciones innecesarias, donde se falta el respeto a la tristeza que cava hondo en cada corazón de los padres que preparan el almuerzo con un plato menos en la mesa.
Todos los días será un 30 de diciembre, que oscurecerá nuestra idea del Rock y de la Justicia…
Lola (from Angel de madrugada)
2 comentarios:
Me gustó el texto, está muy bien escrito, es decir, bien escrito en el sentido de que dice bien las cosas.
¡Saludos!
Me cambiaste toda la fisonomia del blog che!!!!!
Ahora tengo que aclimatarme, jajaja. Besote!
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