2009-08-24

Miguel, hasta la adolescencia.

Así se llamaba mi peluquero (supongo que se debe llamar aun asi ya que no ha muerto). Mientras aún me cortaba el pelo, su peluqueria era el lugar obligado para hacerlo (no, no deje de cortarmelo, lo hago yo con una phillips y manteniendo el largo en cero el mayor tiempo posible).
Por que lo menciono? Porque el lugar era más que la peluqueria. Veamos, miguel es de Central. Así que la peluqieria era de origen canalla, lo que la hacia muchisimo más atractiva que otras. Recuerdo que tenía solamente una foto enmarcada de Central, que incluso ni siquiera era su cancha, pero que al verla uno se daba cuenta de cuan acérrimo era su sentimiento. La foto en cuestión era de un jugador de Central (Scalise) jugando para Boca en la cancha de NOB (NOB = rival clasico de Central). Boca esa vez eliminó a NOB en una liguilla para determinar quien jugaba la copa libertadores, y Scalise, al finalizar el partido, se quitó la camiseta de Boca dejando al descubierto la que tenía debajo: la de Central. Y así fue como dió la vuelta olímpica dentro de la cancha del archienemigo de siempre (para ver la imagen, click acà )
Esa sola imagen nos daba un sentimiento de pertenencia que solo entendemos quienes vivimos en Rosario y sentimos el futbol de esta manera tan poco natural.
Per sus inclinaciones futbolísticas no eran el principal atractivo. Al llegar, uno se sometía a la espera minima de hora y media ya que Miguel solo trabajaba a partir de las 15hs (era empleado municipal de mañana) asi que toda su clientela iba a partir de ese horario. Ni hablar de como se extendia la espera si ibas un sábado, día exclusivo de peluqueria masculina. Pero la espera no se hacia tediosa, porque generalmente se hablaba de futbol y mujeres (temas fundamentales). Quien no participaba de las charlas o solo lo hacia un rato le quedaba la opción que, personalmente, era la que más esperaba: la enorme cantidad de revistas Nippur de Lagash o D'Artagnan que se amontonaban en la mesita ratona del centro de la sala de espera. Uno podía acomodarse en los sillones y ponerse a leer sin ser molestado durante horas y para mi, donde las revistas estaban a años luz de distancia, eso era el paraíso. Como Miguel las compraba asiduamente, pude seguir las aventuras de NIppur, Aqui la Legión, Dago (gracias a esas revistas, asi se llama uno de mis perros: Dago), Pepe Sánchez, el primer agente secreto al estilo 007 pero argentino...
Cuando te tocaba el turno de corte, podias llevar la revista al lavado de pelo y seguir con la lectura, que el peluquero no te molestaba para nada. Luego en el sillón para el corte Miguel te preguntaba como lo querías si eras nuevo, a mi no me preguntaba nada y le daba para adelante. Como generalmente iba con mi padre, muchas veces lo hacia pasar el él primero para poder terminar algún capítulo en cuestión, y todos respetaban eso ya que era para todos por igual.
La peluqueria de Miguel fue el unico lugar donde me ofrecían afeitarme a navaja, algo que yo aceptaba ya que detesto perder el tiempo con la maquina de afeitar en casa. Ahi si no se podía leer porque al mínimo movimiento en falso podía quedar abierta una nueva sonrisa, pero sangrante y a la altura del cuello... Generalmente Miguel mojaba con agua caliente una toalla y te la ponia en la cara, para ablandar la barba (que yo generalmente me dejo al mejor estilo vikingo en guerra, larga y colorada) y abrir los poros. Luego afilaba la navaja como lo hacen todos los peluqueros que se precien y comenzaba la faena hasta dejarte rejuvenecido unos diez años. Yo siempre aceptaba el afeitado por motivos ya explicados, pero de no aceptar, ahi estaba mi padre para decir que "si, afeitalo que parece un zurdo" y yo por ahi sin entender a que hacia referencia. Sucede que para mi padre, la barba es sinónimo de suciedad, y el veía a todos los militantes de izquierda con barba, ergo, eran todos sucios. No se trataba de ideologías, si hasta creo que de definirse por alguien, mi padre sería peronista... pero de la vieja escuela, verticalista.
Al finalizar, pagabas (en el precio de corte estaba incluido el afeitado, pero no aumentaba en nada el precio del corte solamente) y Miguel, luego de agradecer, salia a despedirte a la puerta y a mandar saludos a la familia, a quienes conocía personalmente y de quien era peluquero en la rama masculina de la misma.
Si bien hace años que no voy ya que desde los 20 aproxmiadamente que me corto el pelo de forma ininterrumpida con mis sucesivas maquinas, considero a su peluquería como un lugar propio. Un lugar donde sumé minutos a mi pasión por la lectura de historietas clasicas de la edad de oro de los comics argentinos y donde se respiraba un clima masculino por excelencia, sin necesidad de caer en el machismo, algo que entendí con el tiempo.

LGS

5 comentarios:

Luna dijo...

Lindo recuerdo. Esas ceremonias que eran parte de nuestra vida y hemos perdido...

Besos

Anónimo dijo...

que buena historia gay la verdad que me trajo lindos recuerdos yo una ves estube 5 horas en la peluqueria (no porque me dicen cabezon )sino para espera que terminen con el pitu y sus caracteristicos cambios de luk jaja

Mariela Torres dijo...

¡Qué lindo recuerdo!
Me gustó el afeitado, nunca vi que se hiciera. O no habré pisado muchas peluquerías masculinas en mi vida.

Besos.

Anónimo dijo...

Lo recuerdo!!! Una vez te acompañe y me acuerdo de ese poster del Scalise. Viejos momentos.

CHILO

Dolores dijo...

nah, a la vuelta de casa hay una peluqueria asi, con las historietas de nipur y aqui la legion....el duenio vive fumado, pero la gente le es leal jejejje bss!