En noviembre habia llegado la llamada a su habitacion. Totalmente inesperada ya que aun estaba cursando los ultimos días de su carrera de geólogo. La compañia alemana en cuestion le habia dicho, sin muchas vueltas, que lo creian con un talento especial para descubrir yacimientos minerales y que le daban la direccion de un nuevo proyecto en un desierto de Kazakhstan. Durante años la Karlheinz Rumeen & Gee habia seguido su carrera, sus progresos y fracasos y sus primeras experiencias en el terreno, llegando a esa conclusion.
Y él no lo habia dudado. Aunque aceptar significó agregar mas distancia a sus afectos.
Rosario era todo en cuanto a lo que pretendia de un hogar. Recordaba lo mucho que le costaba alejarse de la ciudad. Cuando viajaba en el asiento trasero del Ford Falcon de su padre (auto que jamas le dejaria manejar) y veia alejarse el cartel de "Bienvenidos a Rosario", un nudo en la garganta no lo dejaba respirar, y el pecho se le oprimia. La tristeza lo invadia, sin que las promesas de andar a caballo o salir de cacería lograran convencerlo. Con el tiempo esa sensacion no desapareció, llegando a extrañar su casa, su lugar (algo nunca confesado) en el viaje de egresados de quinto año de la escuela media. Ese, sin dudas, era su lugar en el mundo; y no necesitaba de la distacia para saberlo con certeza.
Sin embargo primero fue Colonia, en Alemania, y ahora Kazakhstan (dentro de la Union Soviética), tan diferentes a Rosario pero su hogar transitorio.
Griselda lo habia despedido en noviembre, mientras subia al micro que lo llevaria a capital y al avión. Sabia que iban a pasar meses, quizás años, hasta que volviera a verla. Solo llevó una foto de ella, sonriendo mientras miraba la lente capturar ese atardecer en el río.
Ella le habia dicho que se cuide, sin derramar lágrimas. Solo un beso y un abrazo y el aroma del perfume que lo iba a acompañar durante sus días más melancolicos. Estuvo a punto de pedirle que se case con él y viajaran juntos, pero no podia obligarla a eso. El desarraigo, creía, no se aliviaba compartiéndolo. Más bien penso que se duplicaría con el tiempo y se volvería una carcel dificil de abandonar.
Los días en el desierto no cambiaban mucho. Calor intenso de día, frio intenso de noche. Poca vida a la vista y apenas la compañia de su caballo, al que habia bautizado Canalla, en honor al equipo de sus amores que habia quedado en su ciudad y del que no tenia noticias.
La exploracion la realizaba solo, lejos del campamento (si es que podia llamarse asi) oteando el horizonte y examinando piedras y vetas con intensidad.
Antes del llegar al desierto le habia llegado una carta de Victor, su mejor amigo, con noticias vagas y generales, insinuándole que no se hiciera ilusiones de encontrar las cosas tal como las habia dejado, que todo seguia su camino mientras el no estaba, y que no era lógico que esperara que el tiempo se detenga en su ausencia. El sabia que le habia querido decir, y ya Griselda no era más que esa foto, con los grises del horizonte confundidos en los grises del río. Tambien, casi al final, le daba la novedad que esperaba... algo trivial para muchos, pero importante para él.
Faltaban unas horas para la comunicación semanal por teléfono. Apenas si tenia 30 segundos para escuchar una voz conocida, que hablara en español y que lo reconociera sin tener en cuenta lo mucho que habia cambiado fisicamente. Las conexiones satelitales en 1971 eran, cuando menos, pésimas. Si ademas se tenia en cuenta de que la URSS no permitía las mismas salvo por espacios muy cortos y totalmente intervenidas, las espectatvias de mantener una conversacion se esfumaban sin consuelo. Pero luego de estar lejos de casa durante tanto tiempo, extrañando el calor sofocante de las siestas en verano, las caminatas a la tardecita, antes del anochecer, con el aroma del cesped recien cortado en el Parque de la Independencia, las charlas con amigos, los partidos del domingo... cualquier acercamiento, por artificial que fuera, eran una visión idílica.
Habia estado toda la tarde recorriendo un sector que prometía, con muchas posibilidades. Y entre mate y mate con una de sus últimas raciones de yerba, y la pasión por lograr su cometido, el que le diera al pasaje a casa un acercamiento más creible, le hizo olvidar la hora. Cuando se dió cuenta, montó a Canalla y lo hizo correr como nunca. Tenia que llegar a esa comunicacion.
En el campamento, los obreros ya se habian retirado a sus aldeas, a sus fogones repletos de canciones y añoranzas de libertad; por lo que estaba solo. Se sento a esperar, pensando si no habria llegado tarde, y tendria que esperar esa noticia una semana más. Una semana de angustia, ganada por querer olvidar lo lejos que estaba su mundo.
Volvio a calentar agua para el mate, cuidando de no hervirla y tener que volver a empezar. El huerto que tenia de yerba mate prometía, pero faltaba demasiado para que diera frutos. Mientras se mordia las uñas, el agua comenzaba a calentarse. El primer mate le preció rico, cuando en Rosario lo hubiese escupido como si de un insulto se tratara. Era otra cosa que no dejaba de sorprenderlo. Como la accion mas desdeñada se convertía en un recuerdo inalcanzable en ese lugar tan lejano.
De repente, un zumbido intermitente lo sacó de sus pensamientos. Era el aparato de comunicacion. Lo levanto con reverencia y hablo.
- Diga...
-Herr Ron, estamos en condiciones de establecer la comunicación con su país. Recuerde que el tiempo se limita a 60 segundos y que lo que diga será grabado como registro.
Un eufemismo, pensó, que en realidad queria decir que si hablaba de más, no volvería jamás.
-Muchas gracias, pongame en contacto.
-Jawhol! - respondió la voz del soldado aleman encargado de la central.
- Hola?
-Mario! como estas en ese desierto?
-Hola Victor! Que alegria escucharte hermano! - Sintió la misma congoja al escuchar esa voz como cuando veia el cartel de su ciudad alejarse inexorablemente.
-Tenemos poco tiempo... tu mamá dice que estan bien, que la semana que viene te habla ella. No sé como la convencí de poder hablar yo tan cerca de la navidad, pero entendió y me dejó...
- La vieja sabe como soy... como estan todos?
-Bien.. tirando... el país como siempre, medio a la deriva. Nada nuevo... pero te tengo la noticia.
-Que pasó? Decimelo ya!! no aguanto más...
-Ganamos!!! Ganamos uno a cero!!!!
-Si!?!?!?! De Verdad?!?!?!?! Quien hizo el gol?
-Poy!!! lo metio Aldo, de palomita...
-No lo puedo creer... Fuiste a verlo?
-Si, fuimos con los muchachos... te mandan saludos... todavia estan festejando en el monumento.
-Gracias Victor...
-....
La comunicacion se habia cortado y la voz con acento alemán le habia dicho que su tiempo se habia agotado.
Salió como loco fuera de su carpa. Abrazó a Canalla y le colgó su pañuelo azul, con su nombre bordado en amarillo, recuerdo de la hermana de su madre quien tambien le habia regalado el mate.
Agarró las riendas del animal y corrió a su lado por todo el campamento, como si estuviera en la cancha de su querido equipo. De la garganta apenas le brotó una frase (te aplaude y te saluda jubilosa...) y las lágrimas no lo dejaron continuar. Pero siguió corriendo un rato más y, extrañamente, el caballo kazakhstano no se asustó. Lo siguió sin resistirse en todo momento, unica compañia en varios kilómetros a la redonda, apiadándose de su soledad.
Luego volvió y siguió con el mate. Sonriendo entre cada chupada a la bombilla, imaginándose miles de escenas de una gesta que no habia podido ver. Pero que llevababa muy dentro suyo, como todo lo demás que habia dejado atrás... quizás una compañia, quizás una maldición, un sufrimiento que volveria una y otra vez mientras estuviera afuera. Pero ese día, 19 de diciembre de 1971, habia vuelto a Rosario, estando a miles de kilometros de distancia.
LGS