2008-11-27

Como conesguir chicas

Como dice el nombre del disco número 10 de Charly García, conseguir chicas ha sido la preocupación de todo hombre en sus distintas etapas de juventud. En la infancia, luego de superar la repugnancia causada por el sexo opuesto y la osadía de estas al pretender inmiscuirse en nuestros juegos, comenzamos a verlas de otra manera, y ya no importa si quieren patear un penal con la mano o que juguemos al elástico (no, no lo he hecho, pero tengo conocidos que si, para su desgracia...). Luego la adolescencia, donde desplegamos nuestras nóveles artes de seduccion cual pavo real desesperado mostrando su plumaje, con resultados inciertos... Superado el aprendizaje, nada se hace más sencillo. Sigue siendo igual de difícil ya que, aparentemente, somos de planetas distintos. 
Como dice la canción de Ceratti: "... no creerías las cosas que he hecho por ella..." y asi sucede. 
Escribir intentos de poesía, crear falsos mails y bombardear a la amada con cartas sin remitente, cantar al oido canciones en inglés, que escuchado por el resto de la humanidad podría provocar la quema en la hoguera del interesado, no proseguir una discución que pone en tela de juicio nuestros valores... todo y de todo se ha hecho por un poco de (y acá viene lo más dificil) amor? sexo? compañía? Puede ser uno de ellos, o todos.
Lo cierto es que, en homenaje a los intentos fallidos (la mayoría de las veces) y no tanto, propongo una estatua para el procer contemporaneo buscador de la forma de conseguir mujeres.
Espero que quienes hayan pasado por situaciones semejantes, apoyen la idea. 

LGS

Salve el rey Juan Carlos, eterno sacrificado por la causa!

2008-11-20

No a la pornografía infantil


Me sumo como D.Johanson y Angie a la iniciativa de escribir todos los parámetros de búsqueda posible que utilizan quienes navegan con el objetivo de encontrar pornografía infantil, para que ello les resulte más difícil.
Pocas cosas deben ser tan duras como ver la confianza de un menor deshecha al ser sometido sexualmente por un adulto. Peor aún si este utiliza dicho sometimiento para ganar dinero.
Mi repudio más grande hacia ellos y los buscadores de pornografía infantil.

"angels", "lolitas", "boylover", "preteens", "girllover", "childlover", "pedoboy", "boyboy", "fetishboy" o "feet boy"

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NO A TODA ESTA MIERDA!

LGS

Inmerso

Antes de publicar este relato, quiero aclarar algunas cosas. El término "GRASA" en nuestro país, hace referencia a una persona con poco estilo, carente de sofisticación, mal hablado si se quiere, con un exceso de exibicionismo hasta el punto de hacer el ridículo.
Por otro lado, esto me pasó. Sin que haya dobles lecturas, soy el protagonista del cuento.

Saludos!
LGS

La ginebra siempre hacía estragos. Hacia tiempo que me aburría la barra, pero seguía asistiendo, insistentemente, con dolor o pena, casi sufriendo. Pero no había nada mejor… y era demasiado poco. Así que rebajar la ginebra con un poco de menta y ver pasar las luciérnagas preparadas para su baile toda la noche. Me sabía muy murciélago entre tanto insecto.

La flaca tenía un nombre difícil, y nunca me acordaba. Así que era la flaca. Sin vueltas, sin posibilidad de confundirla con un amor pasado, era flaca y punto. Pero su delgadez no era obstáculo para su belleza. Y no podía evitar mirarla a los ojos. Ni quería hacerlo. Era el momento culmine de la noche… del día… de la semana. Para que mentir. Hacía rato que mis pensamientos más profundos giraban en torno a ella.

Era una época difícil para los sentimientos, sometimientos y aceptaciones en busca del amor. Así que trataba de mostrar esa fachada de no me importa, y hablar lo justo y necesario. Pero el torrente de palabras inspiradas surgían con la flaca, y sentía que sacaba lo mejor de mí de ese pozo oscuro en que se había convertido mi alma.

La noche en cuestión, luego de noches de insomnio e idas y vueltas, animarse y retractarse, morir y nacer, llegaba a su fin. Habíamos arreglado ir a otro lugar, así como al pasar, sin declaraciones jugadas, pero sabiendo la intención de fondo. Solo era cuestión de desarrollar el capullo en que se iba convirtiendo todo, así que seguimos charlando.

-De acá, si queres, vamos a papa´s… esta lindo el lugar.

-Bueno, dale… van los chicos?

-No creo… a ellos les gusta acá. No sé por que les gusta tanto.

-Y… por ahí el lugar, que se yo… la gente, poder ser uno sin que nadie te rompa…

-Demasiado profundo los motivos, creo que les gusta y no pueden dejar de venir.

No me pude contener, nunca en mi vida pude, y así me ha ido siempre.

-Flaca, que querés decir?

-Que son así, viven así, les gusta “esto”… si venís a papa`s conmigo vas a ver la diferencia.

-¿Por que? ¿Que diferencia?

-Hay otra gente, otro estilo… otro ambiente. No quiero sonar mal, pero esto…

-Pará, pará… yo vengo acá, mis amigos vienen acá: que querés decir?- aunque estaba claro que quería decir.

-Vos me gustás, pero lejos de acá.

Y yo sentí como me hervía la sangre. Como los latidos del corazón aumentaban a un ritmo galopante. Y solo la veía a ella, entre nieblas, desvaneciéndose su imagen como todo lo que había pensado. Podía irme, si, y seguir con lo planeado, ¿pero a costa de que? Y lo más grave, ¿con quien me estaba yendo?

Ahora que lo pienso, a la distancia, sin la ginebra, sin el calor y la falta de oxígeno, sin la buena música, sin los amigos, sin hablar del cambio que es posible, sin las utopías a las 6 am, sin el colectivo de vuelta, entre la gente de verdad… No, no era muy murciélago entre bichos, era murciélago entre murciélagos, nada más.

-Sabés flaca, entiendo lo que decís. Acá hay mucha “grasada”, mucho negro transpirado, mucho faso y mucho alcohol. Muchas ideas estúpidas y sin sentido. Seria bueno alejarme, si con eso me gano estar con vos…

La flaca sonreía, creyendomesuyo con solo desenfundar una sonrisa.

-Y si, es como vos decís flaca… hace tiempo que vengo pensando algo parecido, y para sentirme “como uno”, así nos vamos definitivamente a papa´s… te tengo que preguntar algo.

-Decime Ari

-Lees Cortázar?

-No, no se quien es…

-Entonces sos muy grasa para mi.

LGS

Nota: Sinceramente, en una época que creí mirar todo por encima del hombro... me resulto bueno volver a la realidad.

LGS

LGS

2008-11-19

Día del lector anónimo


Para todos los que entran a leer y dejan comentario, pero, sobre todo, para los que no lo hacen. Los que vienen y ven lo que uno llama "escribir", se lo bancan sin chistar y siguen su viaje sin inundarnos de los improperios largamente merecidos, para ellos este pequeño homenaje.
La idea es pasarlo, asi que si tenés entre 12 y 80 años, sos argentino nativo (o no, dal igual) y querés defender los soberanos portales de la patria... no, eso es el resultado de la propaganda de Gendarmería en los 80's... Vamos de nuevo. Si tenés blog y querés rendir un pequeño homenaje a los lectores anónimos, el banner previamente sacado de "La Memoria que Perdimos" sirve.

Saludos. Y gracias por venir.

LGS

2008-11-17

Fontanarrosa autentico (no una mala copia como yo... gracias Eric igual!!!)

Viejo con árbol, así se llama el cuento, me gustó desde la primera letra. Para quienes no lo leyeron, luego voy a poner el texto. Pero lo que más me llamó la atención fue el ver que había un video del mismo. Con Luis Brandoni como "el viejo" y no pude evitar el pensar en subirlo a mi blog. También hay na versión con audio solo, de Alejandro Apo, pero vamos! dejense de vaguear y ponganle un poco de dedicación al maestro.
Espero que les guste, al margen de su devoción, o no, por el fútbol.

LGS




Viejo con árbol

A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.

Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.

Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.

—Ojo con la vía íalertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.

—No pasan trenes, casi ítranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.

—¿No vino la hinchada? íya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejoí. ¿No vino la barra brava?

Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.

—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá íbromeó alguno.

—Por ahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.

Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referíí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.

El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.

—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.

—No ísonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatadoí. Música ídijo después, mirándolo de nuevo.

Algún tanguito? —probó el Soda.

—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.

El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.

—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.

El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.

—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado.

El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.

—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra—. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno... Eso, eso es la escultura...

El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.

—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.

Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.

—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...

El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.

—Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...

El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.

—Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.

El Soda se tomó la cabeza.

—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.

—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?

El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.

—...¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.

—Y eso... —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra—...Eso es el fútbol.

2008-11-16

Premios Nébula



Que me gusta la ciencia ficción no es ningun secreto. Sobre todo la clásica, es decir, de autores que están, en su mayoría, muertos. Asimov en el puesto superior del podio, seguido de Heinlein y Clarke. Luego todos los demás, según el libro que esté leyendo.
Hace poco encontré un post sobre los ganadores del premio Nébula y sus respectivos escritos. Para quienes no lo saben, el premio Nébula es un premio concedido desde 1965 por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA). Aunque no tiene asociada una cantidad de dinero, y el premio mismo es sencillo (un bloque transparente con una nebulosa incrustada brillante), las editoriales no suelen dejar de mencionar que una novela ha obtenido este galardón toda vez que sirve como marca de reconocimiento de otros escritores del gremio y sirve, al igual que el premio Hugo, para aumentar las ventas de la obra. De hecho, se considera uno de los premios más importantes de la ciencia ficción.
He leido algunos de los ganadores de este premio y no me han defraudado en absoluto. Si a este le sumamos haber ganado el premio Hugo, la calidad de la obra es superior.
Para quienes estén interesados, dejo unos links para descargar algunos de los libros ganadores en formato E-book y, para quienes quieran conseguirlos en papel, la lista de los ganadores desde su comienzo.

LGS

Premios Nébula 1965 a 1969
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Premios Nébula 1970 a 1975
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Premios Nébula 1976 a 1980
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Premios Nébula 1981 a 1985
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Premios Nébula 1986 a 1992 (excepto 1989)
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Premios Nébula 1993, 1998 y 2000
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Premios Nébula 2002 a 2004
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1965 Frank Herbert (EEUU, 1920-1986) por Dune
1966 Daniel Keyes (EEUU, 1927) por Flores para Algernon
Samuel R. Delany (EEUU, 1942) por Babel-17
1967 Samuel R. Delany (EEUU, 1942) por La intersección de Einstein
1968 Alexei Panshin (EEUU, 1940) por Rito de iniciación
1969 Ursula K. Le Guin (EEUU, 1929) por La mano izquierda de la oscuridad
1970 Larry Niven (EEUU, 1938) por Mundo anillo
1971 Robert Silverberg (EEUU, 1935) por Tiempo de cambios
1972 Isaac Asimov (EEUU, 1920-1992) por Los propios dioses
1973 Arthur C. Clarke (Gran Bretaña, 1917-2008) por Cita con Rama
1974 Ursula K. Le Guin (EEUU, 1929) por Los desposeídos
1975 Joe Haldeman (EEUU, 1943) por La guerra interminable
1976 Frederik Pohl (EEUU, 1919) por Homo Plus
1977 Frederik Pohl (EEUU, 1919) por Pórtico
1978 Vonda N. McIntyre (EEUU, 1948) por Serpiente del sueño
1979 Arthur C. Clarke (Gran Bretaña, 1917-2008) por Las fuentes del Paraíso
1980 Gregory Benford (EEUU, 1941) por Cronopaisaje
1981 Gene Wolfe (EEUU, 1931) por La garra del conciliador
1982 Michael Bishop (EEUU, 1945) por Sólo un enemigo: el tiempo
1983 David Brin (EEUU, 1950) por Marea estelar
1984 William Gibson (EEUU, 1948) por Neuromante
1985 Orson Scott Card (EEUU, 1951) por El juego de Ender
1986 Orson Scott Card (EEUU, 1951) por La voz de los muertos
1987 Pat Murphy (EEUU, 1955) por La mujer que caía
1988 Lois McMaster Bujold (EEUU, 1949) por En caída libre
1989 Elizabeth Ann Scarborough (EEUU, 1947) por The Healer s War
1990 Ursula K. Le Guin (EEUU, 1929) por Tehanu: The Last Book of Earthsea
1991 Michael Swanwick (EEUU, 1950) por Las estaciones de las mareas
1992 Connie Willis (EEUU, 1945) por El libro del Día del Juicio Final
1993 Kim Stanley Robinson (EEUU, 1952) por Marte Rojo
1994 Greg Bear (EEUU, 1951) por Marte se mueve
1995 Robert J. Sawyer (Canadá, 1960) por El experimento terminal
1996 Nicola Griffith (Gran Bretaña, 1960) por Río Lento
1997 Vonda N. McIntyre (EEUU, 1948) por La luna y el sol
1998 Joe Haldeman (EEUU, 1943) por Paz interminable
1999 Octavia E. Butler (EEUU, 1947) por Parable of the Talents
2000 Greg Bear (EEUU, 1951) por La radio de Darwin
2001 Catherine Asaro (EEUU, 1958) por Rosa Cuántica
2002 Neil Gaiman (Gran Bretaña, 1960) por American Gods
2003 Elizabeth Moon (EEUU, 1945) por La velocidad de la oscuridad
2004 Lois McMaster Bujold (EEUU, 1949) por Paladín de almas
2005 Joe Haldeman (EEUU, 1943) por Camuflaje
2006 Jack McDevitt (EEUU, 1935) por Seeker

2008-11-07

Los dos leones - Parte III

“Estoy vencido porque el mundo me hizo así, no puedo cambiar…”
César


Se me venía el mundo encima. Yo quería que Ana me viera, pero ahora no sabía si salir corriendo o que. El empate de ellos llegó en nuestro peor momento, con Huey y Chilo cambiando el aire como si fuera su último suspiro, al cual se aferraban a la vida. Con Antenita perdiendo el invicto y la confianza. El resto solo mirábamos con terror. Nada, pero nada de lo que hicimos pudo detener a Miguel. Es cierto que no era mucho, pero nos sentíamos jugadores. No estábamos pavoneando con nuestros resultados y ahora eso nos jugaba en contra, nos agregaba presión y para mi era tener el Everest sobre los hombros.
¿Para que luchar contra lo inevitable? La letra de la cancion de Andres Calamaro se sumaba a mi desconcierto mental y la frase de su estribillo daba vueltas y vueltas en mi atormentado cerebro. ¿Si estaba vencido antes de empezar, para que seguir? Para que tratar de postergar lo inevitable, lo que siempre, a fin de cuentas, terminaba sucediendo. Hacer el ridículo, que todos se rían y luego la lástima. El -pobre idiota, nunca va a aprender- estaba más cerca que nunca. Pero bueno, si va a pasar lo de siempre, que pase. Espero que Ana sepa valorar el esfuerzo.
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La señora De Perro observaba con su mirada glacial. Ojos azules, cabello rubio, más de un metro setenta de estatura, era una mezcla de alguna diosa nórdica con una tropa de asalto alemana de la segunda guerra mundial. E impartía disciplina con el mismo rigor de soldado. Estaba en el patio, junto al rector, Coco, algunos preceptores y todos los chicos de los años menores.
-Sr César, este viernes usted tiene que participar del acto inter-escuelas. No se olvide que es el abanderado, que representa algo importante, por más que le digan lo contrario, por más que haya quienes no crean en usted.
Yo no creía lo que estaba escuchando. Había corrido como loco junto a Chilo y el oxígeno (o la falta de él) me estaba haciendo ver alucinaciones. ¿La señora De Perro que, creíamos, no le había sonreído en su vida ni a su propio padre, estaba alentando a Cesar?
Lo miré a Chilo, pero estaba ocupado tratando de ordenar el partido. No se lo que dijo, porque los gritos de los chicos eran ensordecedores. Otro factor que me hacia dudar de lo que creí haber escuchado. Me acerque a Antenita y le dije que se quedara tranquilo, que era lógico que alguien nos hiciera un gol. Que no se preocupara más que de atajar, que con Chilo íbamos a dejar todo en este tramo. Y los otros chicos también iban a apoyar. No se si le llegó, pero se paró firme en el arco, como si se enfrentara a un peloton de fusilamiento.
-Señores, este es el último partido – nos advirtió Coco – luego entran los de primero a hacer gimnasia. Pero viendo que están empatados contra los chicos estudiosos – y se le notaba un tono jocoso en lo que decia- vamos a esperar los diez minutos o al que haga el primer gol.
Me dio bronca, odio… primero creí que porque me había metido en el grupo de los nerds con eso de “los estudiosos”, pero luego me di cuenta que eso no me interesaba ya. Me había dolido que tratara con tanto desdén a los chicos que se habían roto el alma para ponerse a la altura de los jugadores, de la circunstancia. Si siempre había dejado todo en la cancha, hoy iba a ser como nunca. Hoy yo, Huey, iba a jugar con mi hermano gemelo dentro del campo.  Chilo estaba pensando algo similar, porque cuando sonó el silbato (Coco quería protagonismo y se posicionaba como referí) salió con su velocidad habitual a marcar. Yo también salí, pero a marcarlo a Miguel. Charangus puso el pecho y se arrimó a Germancito, quien le sacaba varias cabezas de ventaja. Daba pena ver lo que, parecía de antemano, una lucha definida en contra del artista del golpe.
Miguel estaba con una sombra, la mía (y la de mi hermano gemelo si fuera necesario), pegada a su nuca. Haciéndole sentir que no iba a salir entero de ahí. Chilo presionaba y presionaba sin darse un respiro. César, pálido, buscaba la mejor forma de parar los embates de Leonardo, un eximio jugador de ajedrez, parco, pausado, pero que le pegaba tremendamente fuerte, y marcaba con más fuerza, sin miedo a golpear como el fútbol demanda.
Primera pelota que paró y le dio al arco con dirección. Tengo que admitir que no confié en César, ni me imaginé lo que iba a suceder. Pero se tiró a los pies y paro la pelota. Le quedó ahí nomás (todos estábamos atónitos ante semejante movimiento de su parte) e hizo lo suyo. La tiró para adelante.
Chilo la corrió dejando a Germancito, el dios nordico, parado. Llegó con lo justo y cuando todos esperábamos el remate fuerte, la picó por arriba del Gato. Este No se como hizo, pero voló hacia atrás de forma poco ortodoxa y, con la punta de los dedos, la sacó. Le cayó a Leonardo, que había vuelto, y salió para adelante. Yo lo seguía a Miguel, quien con su experiencia me paseaba por toda la cancha, menos por donde estaba la pelota. Charangus le salió al cruce con furia no contenida. Leo la pasó a Yiyo, quien quedó mano a mano con Ayudante. Lo dejó en el camino con una buena bicicleta y, mientras la tribuna rugía, le dio al arco de derecha. Antenita estaba tocado. El gol le había quitado fe; casi no reaccionó y vio pasar la pelota hacia el fondo de la red.  pedí por favor que no entrara. Pegó en el palo con un estruendo que fue el detonador de un alarido de frustracion por parte de quienes estaban afuera, derrotados por nosotros. Vino el saque de arco y me la tiraron a mí, pero quedé enredado entre Germancito y Miguel, que me estaba devolviendo el favor de la marca.
De esos siete minutos restantes recuerdo seis de marca, quite, fricción. Lucha y màs lucha.  De César dejando la vida en cada pelota que le pasaba cerca, ensuciando el uniforme de gimnasia que le duraba desde primero, ya que nunca se había sentado siquiera en el césped. Algo había escuchado sobre su madre ultra creyente y de cómo lo reprimian en su casa. Pero ese día no parecía que la mirada materna, de haber estado, lo intimidara. Corría, transpiraba, se arrojaba con decisión, y hasta nos arengaba.
-Huey, dale, metele. Dale que vos podes. Chilo, quedate arriba así los preocupas- nos susurraba cuando nos pasaba cerca. Era lo que necesitábamos escuchar, lo que queríamos decir, pero por el esfuerzo no podíamos emitir sonido. César parecia un mariscal de campo. Con Chilo nos miramos y sonreímos. No había burla en nuestras risas. Estábamos contentos de verlos así. Porque los tres metían esfuerzo como poseídos por el furor del momento. Y Antenita estaba recuperando su forma. Sacó varios pelotazos de Leonardo que, de haber sido un día normal, habrían entrado.
-Ultimo minuto chicos – nos avisó Coco. – Si termina así, así se queda. No hay penales.
Era dar todo por un minuto más. Lo poco que quedaba, pero sin mezquindad. Yo pensaba que teníamos que tener una más, por tanto esfuerzo, tanto valor. No me equivocaba. Pero no iba a llegar como la lógica dictaba, porque ese día la lógica estaba en algún aula de alguna otra escuela, pero no en ese campo.
Chilo estaba tirado atrás, conmigo, haciendo zona. Una y otra vez me repetia: -concentrado Huey, dale que no pasan mas por aca!!!
 Los chicos por delante de nuestra línea, eran la primera defensa, los que se lanzaba sin pensarlo, los que perseguían, se sacrificaban y nos dejaban a los atacantes medio rendidos a nuestros pies. Pero eso tenía su lado negativo, ya que no podíamos salir al ataque. Todo en ofensiva quedaba supeditado a lo que pudieran hacer Ayudante, Charangus y César. Y no era mucho realmente.
Creo que fue la ultima jugada (y si quedaba más tiempo nunca lo supe) con Miguel desparramando habilidad por el campo, encarando y dejando en el camino a Charangus. Me tocaba a mi interceptarlo, escalonado en la marca. Dolido en mi pierna izquierda por un patadón de Leonardo, fui con mis últimos recursos. La tiró larga, sobre mi derecha (mi lado flojo) y cuando me había sacado un metro le pegó con fuerza. Pero yo lo había adivinado y ya estaba derrapando. Llegué con lo justo, pero no a golpearlo. Pude interceptar el pelotazo con la rodilla, por lo que no fue al arco sino que se levantó unos tres metros hacia arriba.
Ahí venía a la carga Germancito, con toda su fuerza de granadero en pleno combate de San Lorenzo y la inercia resultante de semejante carga, a cabecear. Estaban todos lejos, con pocas posibilidades de llegar. Un cabezazo desde ahí era como un penal con la cabeza. Para colmo de males, Antenita había resbalado al querer salir por lo que no hubiese llegado con el salto. Era el fin, un gol casi hecho sin que importara nuestro amor propio o nuestro esfuerzo. Pero resulto que ese “gol casi hecho” y no “hecho del todo” lo posibilitó Chilo. Llegó a toda velocidad, lo máximo que se podía esperar de él, lo que nos había hecho ganar la posta de 4 por cien metros en los intercolegiales. Apareció como una exalacion, como si sobre un rayo desplazara, pero no fue a cortar la pelota. Hizo algo que le valió dolor y sufrimiento; chocó contra Germancito para evitar que este cabeceara con firmeza. Y le fue mal en lo físico, porque hasta el día de hoy recuerda la semana que paso quejandose del dolor. La pelota quedó boyando y Charangus la reventó, presa del pánico (todos sufrimos en esos segundos de incertidumbre) hacia adelante. Por ahí estaba Cesar, a quien le cayó la número 5, mansa a sus pies.
No quiero omitir nada en honor a la gesta deportiva; pero, sobre todo, en honor a César.
Salió despedido hacia adelante, con ese tranco cansino que no se lo daba la tranquilidad sino la falta de actividad física. Nunca supe si era zurdo o derecho (el se había acomodado por la izquierda al comenzar…) pero llevó la pelota bien cerca suyo, cuidándola como a un hijo pequeño. Y corrió, corrió sin mirar una sola vez hacia atrás, sin pensar si estaba vencido o no, sin escuchar los gritos de afuera, las burlas, los reproches de su madre que le darían vueltas en la conciencia, sin importarle si llegaría entero al acto del viernes. Con una idea fija en su mente. La de ser un León. Así enfrento al arquero, que había sacado todo lo que le habíamos tirado con Chilo, que estaba seguro de si mismo. El corazón me latía de forma ensordecedora pero igual corrí un poco hacia adelante, y eso me permitió ver lo que pasó.
César enfrentando al Gato. David y Goliat es una imagen trillada, pero no creo que estuviese muy lejos de la realidad. Puso el pie izquierdo, sin mucha fuerza, apenas tocando la pelota bien abajo y se la levantó por encima del cuerpo. La pelota iba bien, al arco seguro. Me permití una esperanza, pequeña,  incrédula, pero esperanza al fin. Y vi como iba comenzando a bajar detrás del arquero, sin oposición. Pero Leonardo había llegado casi con lo justo. Si bien no podía alcanzar la pelota de cabeza sin riesgo de meterla él mismo (o romperse la cabeza contra el travesaño), aun le quedaba un recurso. Tiró una chilena con un movimiento grácil, elevándose como si careciera de peso, con la pierna izquierda en alto, el movimiento de la derecha comenzando de abajo, yendo al encuentro de la pelota para sacarla con furia e interrumpir la parabola que tenia destino de gol. Venia volando, literalmente, a riesgo de su físico. A punto de lograr su cometido.
Entonces sucedió lo que mis ojos me mostraron pero la razon siempre se nego a creer. Yo estaba con un sentimiento de desesperanza insoportable, no queriendo admitir que la realidad nos demostraba lo lejos que estábamos de lograr el milagro, cuando vi sobre el travesaño dos figuras aladas, de manos y pies regordetas, imágenes vivas de la inocencia, sentadas una al lado de la otra. Pero luego, al mirar sus ojos, vi un brillo ladino, picaresco, a punto de alguna travesura. El más pequeño de los dos se apiadó de César, y cuando Leonardo estaba por darle a la pelota, en el fin de su vuelo vengador, el querubín la elevó con una de sus frágiles manos, haciendo estéril el esfuerzo y dejando que, por fin, en ese momento que pareció un siglo, en ese instante que se condensaba en el latido de un corazón, entrara la pelota dentro del arco para convertirse en gol.
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La explosión de la gente fue un trueno. Pensé que la pelota no iba a entrar, que Leonardo iba a llegar con semejante esfuerzo. Pero de la forma que le había pegado tenía que ser gol. Jamás pensé que me iba a salir, pero ahí estaba volando la pelota, yendo hacia donde yo pretendía y, en último momento, esquivando milagrosamente al defensor para ir a descansar contra la red. Todos entraron corriendo a la cancha, a festejar con nosotros. Yo estaba debajo de la montaña de gente compuesta por Chilo, Antenita, Ayudante y Charangus. Huey estaba inmovilizado mirándonos, como no atreviéndose a creer, con más temor que yo de despertar. Pero no estábamos dormidos y, entre los aplausos de la señora De Perrone (había lágrimas en sus ojos, aunque ella siempre lo negó) las risas de Coco y los celadores, salí de debajo de la montaña e inicié otra, con Huey como base. Le contagié la risa y ya estaba gritando – ¡Vamos carajo!- una y otra vez.
El Pasa, mi mejor amigo, una enciclopedia del fútbol pero que nunca había jugado más de cinco minutos, vino corriendo a buscarme. Compartimos la alegría con un abrazo interminable. Lo que para otro no era más que un partido, para mí (y él lo sabía) era una historia para recordar por el resto de nuestras vidas. Nos fuimos juntos con Chilo y Huey, caminando a nuestras casas. Para donde miráramos veíamos chicos de otros cursos que nos miraban y comentaban como si de un partido legendario se tratara, como si fuera la final del mundo. Creo que todos sabían quienes éramos y en que nos habíamos convertido.
Hoy metieron como leones – nos dijo Huey.
¡Se graduaron de Leones! – Agregó Chilo – Si hay que seguir jugando, búsquenme que juego con ustedes sin pensarlo – alcanzó a gritar mientras se subía al quince negro, el colectivo que lo dejaba cerca de su casa.
Huey se separó de nosotros unas cuadras mas adelante, nos saludó y nos expresó tambien su lealtad. Nunca volvimos a jugar con ellos. Nunca se dio, y eso que nos buscaron. ¿Pero que podía superar aquello? Creo que nunca más jugué para no arruinar el recuerdo de ese dìa.
Cuando nos quedamos solos con Pasa, no soporté más la incertidumbre y le pregunté lo que me estaba anudando la garganta, lo único que creí me importaba en ese momento. Y lo que solo a él me había atrevido a confesarle.
-Pasa, ella me vio hacer el gol? te dijo algo?
- Hace dos semanas que no viene a la escuela. Tiene varicela. La madre le conto a mi vieja... hey, me escuchaste, boludo? me escuchas, Leon?
-Si… dale, vamos a almorzar. Che, gracias por lo de León.
LGS

2008-11-04

Pensando en nada

Viajando todo el día. El sol empieza a pegar y no se si de aliucinaciones se trata. Gente hablando sola, corriendo, sin percibir el mundo alrededor. Chicos en cada esquina, ofreciendo agua y detergente, revoleando pinos, simplemente estando donde no deberían estar.
El calor se acentúa y ya no trato de buscar explicaciones ni motivos. Ellos se funden en un solo que subyace detrás de toda conciencia, el motivo mayor, seguir y seguir...
La radio me satura a veces, demasiada gente hablando que se suma al bullcicio general. Hablando sin decir nada, pero tampoco queriendo escuchar demasiado. Se repiten los mismos acordes sin sentido, mientras el mundo paga por lo que le llevo.
Y, cuando el sol está en el cenit, la ciudad parece vaciarse. Viejas tradiciones de siesta pueblerina hacen que todos corran a refugiarse durante las horas más agobiantes (y eso que esto recién comienza) por lo que me quedo solo. No hay nada para disfrutar en esa soledad de asfalto... el agua y el detergente siguen ahi, pero a la sombra. Es hora de volver a casa, como siempre, como todos los días, como nunca.
Detrás del volante, pensando en nada.

LGS

Encuesta sobre el racismo

Pasó nomàs otra encuesta. El tema tratado es bien delicado, ya que no solo de racismo se trata, sino de otras tantas actitudes que vienen detrás. Superioridad, soberbia y, por que no, fascismo (siempre presente).
La mayoría de la gente ha sido sincera admitiendo ser decididamente racista (un 30%) y un 48% que de vez en cuando algo se le escapa. Sin ir muy lejos con los ejemplos, me he visto cantando en la tribuna de mi muy amado Rosario Central acerca de matar negros, bolivianos y paraguayos.... de lo cual, cuando razono, me averguenzo.
Hubo quienes afirmaron no cometer un acto racista jamás a quienes, de ser verdad, los admiro (un 11% de los votantes). Luego, fanatismos religiosos al margen, y muy de cerca, un 9% dice amar a todas las criaturas del señor. Lo que debe incluir a asesinos, violadores, vendedores de droga, políticos, jugadores de futbol, ex milicos represores... evidentemente la palabra "todas" es muy abarcativa.
Agradezco la molestia de quienes votaron y los animo a votar en la próxima encuesta (la cual explicaré sus motivos al finalizar, claro) que versará sobre el tamaño del pene y si esto (el tamaño) es determinante en una relación sexual.

Gracias x entrar.

LGS